Los miré y me dije orgullosa: seguro que son franceses. Y una de las niñas gritó algo en francés ( aunque era suficiente evidencia con la cara del padre: no se podía ser más francés) Esa familia subió al autobus y desaparecieron en el mismo momento que dejé de verlos. Cuando ya me había olvidado, los vi a través de la ventana, ya caminaban por la calle. Entonces pensé firmemente: claro, tenían que bajarse aquí. Inmediatamente me dije: bueno, si se hubieran bajado en Pedrezuela, hubiera pensado lo mismo, así que a quién quieres engañar, muchas veces te equivocas.
Y.. supongo que la sinceridad empieza por uno mismo.
*!Ay ese segundo crucial en el que decido no concederme el engaño!
04 octubre, 2007
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2 comentarios:
Una pena, con lo hermoso que es el autoengaño...
(esto no es cierto pero a fuerza de fuerza logré creérmelo).
Tema complicado, pero el auto engaño ¿es evitable? Tal vez, pero en ocasiones es necesario.
La invito a leer:
"Como las Flores que esconden lodo" y;
"¿Y el engaño a uno mismo?"
Me agradara su opinión.
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